Desde la dorsal de Cumbre Vieja
«Manifiesta el requirente, que la lava del volcán abierto en la zona conocida como Cabeza de Vaca, en la dorsal del Cumbre Vieja, Isla de San Miguel de La Palma, ha afectado al siguiente inmueble..».
Así comienzan las actas de notoriedad que se autorizan en las notarías creadas al amparo del Real Decreto ley 20/2021 de 5 de octubre para la acreditación de derechos. En su artículo 49 dice que “El decano del Colegio Notarial de las Islas Canarias habilitará a los notarios de su territorio que considere necesarios y que voluntariamente lo soliciten, a fin de prestar su servicio en la isla de La Palma, indicando la población en la que tendrá abierta la notaría, para atender a los afectados y afectadas por la erupción del volcán Cumbre Vieja. La jurisdicción notarial de los habilitados se extenderá a la isla de La Palma con objeto de autorizar o intervenir instrumentos cuya finalidad sea paliar los daños ocasionados por el episodio volcánico, y su competencia alcanza, por tanto, única y exclusivamente a hechos, actos o negocios jurídicos relacionados con tal episodio. Estas actuaciones no devengarán derechos arancelarios.”
Se crearon tres notarías especiales: una en el Paso, otra en Tazacorte y la tercera en Los Llanos de Aridane. Actualmente sigue funcionando esta última.
Estas notarías se han servido y se sirven con notarios voluntarios de toda España, especialmente de Cataluña, Valencia y por supuesto Canarias. Hemos ido a la Palma porque hemos querido. Cada uno tendrá su porqué.
Siempre que procedía a la lectura del acta al llegar al “Cumbre Vieja” se me quebraba la voz, me invadía la emoción. Esta gente no ha perdido una casa, no ha perdido un trozo de terreno, ha perdido algo mucho más importante: su medio de vida. Sus recuerdos. Cuando examinábamos las fotografías que se incorporaban al acta, les veía la tristeza en sus ojos. Algunos no podían contener las lágrimas. Otros, especialmente los mayores, hacían comentarios del tipo “ese árbol …” , “esa lámpara …” .
Gente que no tenía apenas documentación de sus escasas propiedades. Esa ausencia de documentación ha sido, y es, la razón de nuestra presencia. Gracias a las actas de notoriedad estas personas han podido acreditar la existencia de sus casas, de sus “cuartos de apero” (que en La Palma reciben el nombre de pajeros), de sus estanques, de sus tierras, y así acceder a los diferentes tipos de ayuda.
A nivel personal ha sido una experiencia dura. Nunca es fácil enfrentarse a la desgracia. Resulta difícil aceptar la aleatoriedad de la desdicha. En una misma calle la colada ha destrozado las casas de un lado y no las de otro, donde la vida continúa. Por unos pocos metros, tu platanera, tu huerta, tu casa ha desparecido sepultada por la lava y, sin embargo, la del vecino sigue intacta…
Pero a nivel profesional me he sentido útil a la sociedad, satisfecho ayudando a las personas afectadas. Cuando un oficio no satisface, no cubre una necesidad social, desaparece. El Notariado sigue prestando un servicio necesario y demandado por la sociedad.
No podemos irnos sin más, tenemos que seguir luchando, tenemos que seguir ayudando a los llanenses, a los bagañetes, a los pasenses, a todos los afectados por el Cumbre Vieja. Y eso muchos notarios de toda España lo hemos hecho y seguiremos haciéndolo de forma voluntaria. Ahora no podemos abandonarlos a su mala suerte.
«Ya nunca volveremos a medir la distancia
que queda entre las ramas del drago florecido.
Ni a remover la tierra,
ni a regar los maizales,
ni a pintar las ventanas,
ni a recoger el agua en cubos transparentes».
(Elsa López)
Por Juan Manuel Polo, notario en San Cristóbal de La Laguna (Santa Cruz de Tenerife).