Volver a mi casa
El día de la erupción del volcán en La Palma, cuando vi las imágenes, tan dramáticas como bellas, me inundó en el cuerpo una sensación de preocupación y pena. Preocupación por el pueblo palmero, que tanto me ayudó en mi primer destino, en Santa Cruz de la Palma (capital de la isla). Y pena al ver las viviendas y demás bienes afectados por la lava, algunos de los cuales yo mismo había escriturado.
Cuando surgió la iniciativa voluntaria de acudir a ayudar a los palmeros no lo dudé (al igual que todos mis compañeros que han acudido). Poder devolver un poco de lo que tanto me había regalado esa tierra ha sido una sensación de lo más gratificante.
Como anécdota, en el vestíbulo del despacho de la notaría temporal (en Tazacorte) había un piano. Durante varias mañanas estuvieron tocándolo, un chico y una chica; un día apareció en el despacho una señora (madre de los futuros pianistas) para disculparse por las molestias que nos podían estar ocasionando, a lo cual le respondí que no había nada que disculpar. Me explicó que sus hijos se estaban preparando para un examen del conservatorio y su piano había sucumbido junto con su casa. Frente a esa situación, continuaron en su formación buscando alternativas y demostrando que ante las adversidades hay que persistir. Y eso es lo que seguirá haciendo el pueblo Palmero: luchar y construir de nuevo lo que se ha llevado el volcán de Cumbre Vieja.
Por Ausencio Santos, notario de Barcelona.