Una notaria en La Palma
Cuando mi decano comentó la necesidad de ir a ayudar a la isla de la Palma, lo cierto es que no lo vi nada claro. ¿Qué podíamos hacer nosotros, como notarios, en una catástrofe como esa? Se me pasaba por la cabeza que lo que más necesitaba esa gente no era un notario, sino médicos, psicólogos, bomberos, policía…
Con mi visita a la isla me di cuenta que había subestimado la ayuda que podíamos prestar.
Llegué un sábado al mediodía ya que por la tarde había quedado con Terry, la notaria que había cubierto la notaría de Tazacorte la semana anterior, para que me explicase los expedientes pendientes que quedaban de esa semana y un poco el funcionamiento general de esa notaría temporal.
Mi conversación con Terry ya me impactó. Me advirtió que la gente lo estaba pasando muy mal, cosa que en el fondo una sabe que ocurre en todo desastre natural, pero que hasta que no pone cara y ojos a ese sufrimiento no lo interioriza ni asume de verdad. Recuerdo la preocupación que me trasladaba en sus explicaciones y el cariño con el que trataba cada caso que me traspasaba. No sentí solo el traspaso de expedientes, sino el de una responsabilidad mucho mayor que la de completar actas y pasar al siguiente caso. Quizá fue el primer momento en que fui consciente de toda la gente que realmente no solo había sufrido con el volcán, sino que seguía sufriendo cada día como consecuencia de la pérdida de todo lo que conocía.
Esa semana en Tazacorte tocó una fibra sensible en mí.
Recuerdo a Tatiana, Raquel y Jose, que me ayudaron enormemente en la tarea de recabar datos y dar forma a las actas.
Recuerdo la cara de una señora sin fuerzas ni ganas para seguir adelante, a la que Tatiana prácticamente tuvo que convencer para que viniera a hacer el acta y poder al menos tener una base jurídica para cobrar la indemnización prevista por el Estado.
Recuerdo el trato con los afectados, el tratar de recabar más datos y documentación y las palabras de muchos diciendo que todo se lo había llevado la lava, desde el libro de familia hasta la foto familiar, pasando por el sofá, los plataneros y la casa entera. Su desesperación cuando algunos recordaban que no habían podido acceder a sus casas a recuperar nada.
Pero también recuerdo las caras de esperanza cuando muchos me miraban buscando que les diese una solución, esas ganas de aferrarse a algo y volver a reconstruir sus vidas, la confianza que depositaban en el notario, en este caso, en mí, y el peso de esa responsabilidad.
Y recuerdo también el agradecimiento de muchos de los afectados, la tranquilidad que les daba tener un documento notarial en sus manos, algo a lo que aferrarse para poder volver a empezar.
Volví a casa pensando y recordando que esto es la esencia del notariado. El estar al lado de la gente, tratando de ayudar en la medida de lo posible, dando tranquilidad, seguridad y confianza en el tráfico jurídico, pero, sobre todo, y muy especialmente, estando al lado de las personas, atendiéndolas directamente, escuchando sus problemas y buscando aliviar un poco esa carga que llevan encima.
Así que lo que inicialmente me había parecido una idea no muy clara, se convirtió en una realidad que siempre voy a recordar con una mezcla de tristeza y cariño. Tristeza por todas esas personas que tanto han sufrido, y cariño por mi profesión que me ha permitido ayudarlos ni que sea un poquito.
Por María Armas, notaria en Barcelona.