Un notario detrás de la cámara

No fui a La Palma como notario. Fui a La Palma como fotógrafo. Tampoco fui a dejar constancia en imágenes del drama humano, ni de la devastación causada por la naturaleza. En parte me sentía culpable por ello.
Fui a jugar con el lenguaje fotográfico construyendo espacios extraños, surrealistas, marcianos… de casas semienterradas en lava o cenizas.
Alguna, curiosamente, me recordaba poderosamente a la morada de Anakin Skaiwalker en Star Wars.
Encontré una isla dividida. En la mitad de ella parecía que no había pasado nada. En la otra, separada por un cordón de lava, los comercios y bares estaban cerrados, sólo veía a extranjeros curioseando por la calle, movimiento en las casas donde las familias limpiaban o arreglaban como podían. Encontré una pesadilla de zonas ya no restringidas pero que en realidad lo estaban, permisos que no tenía porque la autoridad me había dicho que no los necesitaba, carreteras cortadas… un trabajo difícil.
Pedí a una persona que me dejara fotografiar desde su casa y amablemente lo hizo. Cuando me despedía le dije: “no se olvide de llamar al Ayuntamiento. Hay una notaría provisional que le va ayudar con el papeleo para solicitar las ayudas. En función de lo que usted tenga de su casa puede que le preparen un acta de Notoriedad de Monocultivo. No se olvide de llamar, por favor”.
En el fondo, la cabra tira al monte.

Por Alfonso Batalla, notario de Bilbao.